Mercedes Oñate Bañados
Era una noche de invierno, donde
la neblina o la camanchaca oscurecían todo, no dejaba ver más allá de nuestras narices. Calando nuestros huesos entumecidos.
Las sombras terroríficas pasaban
al lado y formaban brujas en
escobas volando como para no dejarnos
avanzar, se entrecruzaban se sentían sus carcajadas. Un escalofrío
recorría nuestros cuerpos. El viento
silbaba alrededor.
Hospicio se construía entre calor y frío.
El auto avanzaba muy despacio y
alguna de nosotras con la cabeza afuera de la ventanilla íbamos guiando a la
conductora, para no desbarrancarnos, así
todos los días hasta llegar a casa.
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